Fernando Trejo Dozal,

Fernando Trejo Dozal
Nació en Mexicali, cronopio y trotamundos, publicó “Alquimia” en Tijuana, en donde estudió letras inglesas.

“Penumbra”
Aurelio baja las escaleras con aire hermoso, la cabeza caída hacia delante y los ojos entornados. Doña Aurora y Eduwiges lo mira.
     -¿Te divertiste anoche? Pregunta Doña Aurora, con cierta inquietud en la voz, que sólo ella advierte.
     -Sí, baile hasta cansarme.
     ¿Fueron tus compañeros de la secundaria? –requirió Doña Aurora.
     -Me encontré… fueron algunos. Ricardo se enamoro de una muchacha de segundo. Yo… bailé con Guille.
     -¿Guille?
     -Está en otra secundaria, tiene trece años y vive en la Insurgentes.
     Doña Aurora se sumergió en una nube de ironía. “Este pajarillo ya va a aprender a volar solo –se dijo con felicidad- será un hombre, otro destino en la pródiga pluralidad.
     -Ojalá fueras poetas –le espetó- cuando joven, yo me enamoré de un poeta; me dedicaba versos muy hermosos, “te necesito en la penumbra, pero más al amanecer”, cosas, -rió- íbamos al campo y contemplábamos el crepúsculo. Éramos dos grandes amigos; murió en el corazón, un ataque; nunca lo he olvidado y déjenme decirles que él abarcaba las situaciones y las cosas con una frase, siempre le ponía su sombrero al mono de nieve, como se dice.
     Hubo un silencio hasta que Aurelio, hablando como si las palabras fueran metal, como si el sonido de su voz fuese lastimar; le dijo que eso era un misterio para él; que al campo no se puede salir, ya no hay muchachas como en tus días de juventud, abuelita, y el crepúsculo aburre a todos; bueno, he mirado alguno, pero porque estaba triste y no tenía otra cosa que hacer. Fue interesante, Como leer un libro que te sirve de espejo, que hace brotar de ti sentimientos nobles o cosas horribles.
     Se quedo suspendido, observando el contorno de la sala y con una risa aventurera se dirigió al comedor, seguido de Doña Aurora y Edwiges.

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